Los balances necesarios

Jorge Brito Obreque

Jorge Brito Obreque

Comienza el último mes del año, período tradicional de evaluaciones y balances, en empresas, instituciones y en la vida personal. En el contexto de esta creación humana -el tiempo- nuestra sociedad se ha hecho como hábito, llegado este duodécimo mes, el tender a cerrar procesos para prepararse para el inicio de otros.

Tal vez por un tema de idiosincrasia, por aquello de que «los chilenos dejamos siempre las cosas para último minuto», y por la cada vez más negativa orientación consumista que le hemos dado a la Navidad, diciembre se ha ido transformando de manera muy marcada en un mes de mucho estrés.

Pareciera que, apenas se sale de la Teletón, la atención se vuelca -para quienes tienen que rendirla y sus familias- en la PSU, en las compulsivas compras de Navidad, en los procesos eleccionarios (en los años en que corresponde), en el término de las clases, en la preparación de las denominadas fiestas de fin de año, en la planificación de las vacaciones y en los procesos de cierre en las empresas e instituciones. Y en el campo, muchos agricultores se concentran en sus procesos de cosechas. Todo el mundo… «corre».

Pero, ¿cómo se hace un adecuado balance de nuestra vida si, apenas iniciado el nuevo año, ya estamos de lleno en «modo vacaciones» y recién en marzo pareciera reactivarse nuestra sociedad? Y la verdad es que hay mucho sobre lo cual reflexionar. Primero que todo el cómo lo hacemos, donde la calidad del proceso en sí es vital. En segundo lugar, sobre qué.

Y 2015, en particular, nos ha entregado mucho sobre lo cual debemos pensar. La credibilidad en nuestras clases dirigentes, políticas, deportivas y económicas ha quedado por los suelos. El reciente escándalo de la ANFP ha sido un «suma y sigue». Ha sido un año marcado por las movilizaciones de funcionarios del sector público y por procesos de reforma que, al final del día, el ciudadano común no sabe bien hacia dónde van encaminadas. El cuestionamiento a lo establecido con razón o sin ella es lo frecuente.  El cambio climático, aluviones y los sismos del norte del país se han hecho sentir más presente que nunca y amenazan con transformarse cada vez más en un convidado de piedra de aquellas ciudades y pueblos mal diseñados territorialmente. Finalmente, para quienes nos identificamos como cristianos, el cómo celebramos la Navidad también debe ser motivo de análisis. Lo que debiera ser un momento de paz y reflexión tiende a transformarse en un motivo de inadecuada tensión.

Por un momento, dejemos de correr. Moderemos el paso y observemos sobre el camino andado para saber, como decía Machado, cuál es la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Publicado en .