Preparándonos para el verano

Los últimos meses han estado marcados por las bajas temperaturas, época que se ha destacado por la carencia de precipitaciones. Este déficit de lluvias en el periodo invernal, junto a una primavera húmeda y un potencial verano con altas temperaturas, nos ubica frente a un panorama desfavorable, ya que la sequía y los incendios forestales se presentan como dos probables fenómenos con complejos desastres.

Según los expertos, la sequía de este año ha sido la más larga desde el 2006, lo cual se ha reflejado en la agricultura, impactando fuertemente en la producción de frutas y verduras, donde algunos productos han visto aumentado sus valores considerablemente. Pese a esto, las reacciones son siempre a posteriori, de forma asistencial, mediante la entrega de agua en sectores rurales por parte de los gobiernos locales, demostrando la escasa capacidad de anticipación y proyección de situaciones que año tras año se repiten.

Frente a esto, la cosecha de aguas lluvias es una posibilidad para lograr almacenar este recurso hídrico a fin de ser utilizado en periodos estivales y de riego, así como también la realización de zanjas de infiltración para que las precipitaciones puedan escurrir en el subsuelo y poder almacenarlas. No obstante, aún está pendiente el diseño e implementación de políticas públicas orientadas al manejo de recursos hídricos, o bien inversiones que impliquen la realización de embalses, acumuladores de aguas, entre otros, que  sirvan para enfrentar los efectos del cambio climático.

Este  escenario de sequía, junto a las clásicas altas temperaturas del verano nos ubica en un contexto ideal para el desarrollo de incendios forestales, similar a lo ocurrido en los primeros meses del 2017, donde nuestra región se vio afectada por un gran número de siniestros y que perjudicó a más de 272 mil hectáreas a nivel regional y 547 mil a nivel nacional.

Está demostrado que el 99% de los incendios forestales son causados por intencionalidad y/o negligencia humana, por lo que es importante tener una educación y toma de conciencia preventiva, con el fin de evitar este tipo de acontecimientos. Son estos siniestros los que provocan la mayor preocupación, dado el impacto que generan  a  nivel  económico, ambiental y social.

Es por ello que,  para prevenir y combatir los incendios, el rol de las entidades públicas y privadas es esencial para establecer mecanismos de coordinación, abordando íntegramente la problemática, fortaleciendo y sensibilizando a la comunidad sobre las causas y efectos, con el fin de mitigar las consecuencias de los incendios, creando una cultura de la prevención.

La sequía y los incendios forestales son acontecimientos relevantes que cada cierto tiempo nos recuerdan lo frágil que somos frente a sucesos naturales, por lo que es vital lograr un trabajo coordinado y sistemático  distribuyendo las funciones de manera ordenada.

 

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