¿Somos solidarios?

Jorge-Brito-ObrequeEl 18 de agosto de 1952, falleció el Padre Alberto Hurtado, figura que, más allá de diferencias de credo, es inspiradora en el ámbito social y espiritual para millones de chilenos.

Para conmemorar esta fecha, el Parlamento instauró el “Día de la Solidaridad”. La Iglesia Católica, en tanto,  desarrolla una serie de actividades designando agosto como Mes de la Solidaridad.

No obstante, cabe preguntarse si más allá de discursos, recuerdos y actividades conmemorativas, ¿nuestra sociedad es solidaria? Y con ello me refiero a todo nivel, tanto individual como colectivo, tanto público como privado. No se trata simplemente de si uno aporta a una institución determinada o si participa en una campaña. No se agota en el aportar sólo cuando se nos convoca o  mediante el vuelto en el supermercado.

Porque este valor humano, aparte de ser mucho más que un dar materialista, implica constancia, una actitud permanente de vida. Es compañía, es presencia, pero también es consecuencia hecha acción que repercute para bien. Solidaridad  significa que uno se hace responsable de los otros. Ella implica que se es consciente de la responsabilidad mutua y de que recibimos en tanto que damos.

Por ello vuelvo a preguntar ¿qué tan solidaria es nuestra sociedad? El jueves pasado, Benito Baranda, en el contexto de una actividad organizada por la Junta de Adelanto del Maule, nos advertía que en 1969 una familia podía salir de la pobreza con un sueldo mínimo. Actualmente, con dicha suma apenas sale de la extrema pobreza.  Del mismo modo, nos indicaba que dentro de las 30 ciudades más segregadas del mundo hay 10 chilenas. Ello implica que en ellas se verifica de manera más marcada el que los distintos grupos socioeconómicos viven separados en distintos sectores de la ciudad. Claramente, muchos no pueden elegir dónde vivir y tienen que aceptar lo que les toca. Eso implica que estos últimos tienen menos acceso a servicios básicos y de calidad, viven con más inseguridad y poseen una notoria menor calidad de vida. Del mismo modo, durante las Semanas Sociales desarrolladas hace unos días, también podíamos apreciar cómo, a la luz del llamado de atención que ha hecho el Papa Francisco en su reciente Encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común (el planeta), nuestra querida región está cruzada por una serie de problemas que tienen, quizás como principal causa, un acentuado individualismo y consumismo, asociados a una degradación creciente de los recursos naturales.

Claramente, una sociedad con este tipo de indicadores requiere de políticas públicas con sentido de equidad, inclusivas y transparentes de los sistemas y autoridades. La realidad actual nos hace ver que estamos muy lejos de un ideal de vida como aquél de quien inspira este mes de la solidaridad y que, como ya señalé, va mucho más allá de simplemente dar.

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