Una mirada al modelo de desarrollo de Nueva Zelanda

En plena vivencia de una de las crisis más fuertes y globales que ha afectado a la humanidad, como es la crisis de la pandemia del COVID 19, el gobierno de Nueva Zelanda ha declarado “Hemos ganado la batalla” al registrar mínimas infecciones diarias de personas afectadas por la pandemia. En este contexto, pareciera ser que los seres humanos volvemos a formularnos algunas preguntas no resueltas, que siguen abiertas y que siguen manifestando un disenso social en la sociedad, tal es el caso de la relación de la sociedad y su modelo de desarrollo, cuando las crisis golpean fuerte a la población, también se evidencian con mayor fuerza las imperfecciones y la falta de sentido humano de los modelos de desarrollo que las sociedades han adoptado. Es así como incluso desde nuestro país se ha comenzado, aunque tibiamente, una nueva apertura del debate público acerca del mejor modelo de desarrollo para Chile. Es precisamente en esta apertura de mirada y de búsqueda de modelos de desarrollo que sustenten una mejor integración humana, que también Chile ha puesto la mirada en la experiencia de la sociedad neozelandesa y los buenos resultados sociales y económicos de su modelo de desarrollo. Existe un consenso entre los distintos analistas que la experiencia de Nueva Zelanda constituye ser una de las mejores en resultados de estabilidad de crecimiento y cohesión social. Pero ¿qué posee éste modelo de desarrollo que lo hace distinto, admirado y con alta aprobación de su población?, ciertamente este modelo posee elementos que en nuestra sociedad no existen y todavía no forman parte de un debate público, dado que el modelo de desarrollo de Nueva Zelanda está basado en un concepto distinto y del cual surgen todas las medidas y políticas de desarrollo también distintas al que existe en nuestro país. El modelo de Nueva Zelanda reconoce en el hombre a un sujeto generador de necesidades múltiples, pero también simultáneas, por lo tanto, esta persona debe ser intervenida por el estado de una forma transversal, es decir, toda la política económica, la política educacional, la cultura e incluso la salud debe estar integrada y atravesada por los elementos de unidad de esas necesidades múltiples y simultáneas de cada individuo. Esta forma de abordar el desarrollo ha demostrado ser especialmente eficiente y eficaz en los momentos de mayor crisis de la sociedad, y es precisamente en Nueva Zelanda donde se ha logrado manejar de mejor forma la crisis de la pandemia del coronavirus, no sólo en sus aspectos estadísticos de logros de salud pública, sino también, en la continuidad del pleno funcionamiento de todos los sectores de la sociedad, especialmente de su sistema educativo. Mirar entonces este modelo de desarrollo, donde la economía es un complemento humano a la salud y ésta es también un complemento a la educación, pareciera ser especialmente útil y muy provechoso, especialmente para Chile, donde el debate de nuestro modelo de desarrollo ha dado impulso a un descontento social muy fuerte y si pensamos que muchos consideran que la protesta social ha sido sólo interrumpida por la pandemia del coronavirus y luego podría volver con más fuerza, se requiere debatir, precisamente en estos momentos, de forma abierta, sin dogmatismos ni ideologismos de ningún tipo, el mejor modelo de desarrollo sustentable y sostenible para Chile.

 

Jorge Brito Obreque
Ingeniero agrónomo
Junta Adelanto del Maule

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