A 70 años del fallecimiento del Padre Alberto Hurtado: una reflexión sobre el valor de la solidaridad en tiempos de cambios sociales

El 18 de agosto es la conmemoración de los 70 años de la muerte del fundador de Hogar de Cristo, el sacerdote jesuita Luis Alberto Miguel Hurtado Cruchaga, nacido el 22 de enero de 1901 y quien falleciera producto de un cáncer el 18 de agosto de 1952 a los 51 años de edad. Su legado de solidaridad resuena en las conciencias de quienes añoran una sociedad más justa y generosa.

Considerado uno de los personajes más apasionantes de la Iglesia Católica contemporánea en Chile y en el mundo, virtudes atribuidas por su profunda fe, su personalidad envolvente y atractiva, su capacidad de captar el cambio ideológico y cultural del tiempo que le tocó vivir y la vehemencia con la que desempeñó un sinnúmero de ocupaciones a lo largo de su corta vida, hacen de él una figura única. La definición de su inspirador rol, está plasmado en su frase célebre «dar hasta que duela». 

El Padre Alberto Hurtado, fue beatificado el 16 de octubre de 1994, por el Papa Juan Pablo II; más tarde, el 23 de octubre de 2005, el Papa Benedicto XVI lo canonizó, hecho que lo declaró santo de la Iglesia Católica. Aunque desde muy pequeño su única vocación fue el sacerdocio, estudió Derecho en la Pontificia Universidad Católica, para ya a los veintidós años ser abogado. No esperó más de dos días después de terminar sus estudios universitarios, para aventurarse en lo que sería su verdaera vocación: el sacerdocio. Fue así que ingresó al noviciado de los jesuitas en Chillán, para iniciar el camino hacia el servicio de los más pobres.

Nacido en Viña del Mar, en el seno de una empobrecida familia aristocrática, a los cuatro años perdió a su padre, quedando Alberto y su hermano menor al cuidado de su madre, junto a quien se trasladaron a Santiago, a casa de unos tíos. Su ordenación sacerdotal tuvo lugar en Lovaina, Bélgica, a muchos kilómetros de Chile. Su estancia en Europa fue intensamente aprovechada para el estudio de temas que lo prepararían para conseguir una de las metas que más deseaba: el trabajo con jóvenes. En 1936 regresó a Chile como flamante doctor en Psicología y Pedagogía a realizar clases de religión en el que fuera su colegio durante la enseñanza primaria y secundaria: el San Ignacio. Iniciaba así una vida de intenso trabajo, en la cual la profesión docente sería sólo uno de sus múltiples frentes de lucha.

Hacia 1941, Alberto Hurtado fue nombrado Asesor Arquidiocesano de la Juventud Católica. Las especiales características de su personalidad hicieron de él un influyente modelo para los jóvenes de la época, a quienes dirigió diversas obras entre las que se cuentan: Mensaje a los jóvenes e Influencia de los Medios de Comunicación en la Juventud. Fue fundador y primer director de la revista Mensaje.

Junto con los jóvenes y los obreros, su causa se dirigió al extremo más duro de la pobreza: la indigencia. Él mismo repetía: «Acabar con la miseria es imposible, pero luchar contra ella, es deber sagrado». Hasta el día de hoy muchos lo recuerdan recorriendo las calles con su camioneta verde, recogiendo niños, adultos y ancianos indigentes. Fue esta labor la que dio origen al Hogar de Cristo, consistente en hospederías y hogares de niños y ancianos que están en todo el país, y que constituyen la obra que mayor renombre ha dado al Padre Alberto Hurtado y uno de los principales hitos en su biografía.

Otra de sus preocupaciones fue la condición de vida de los obreros. Insistentemente, abogó por la sindicalización de los trabajadores como medio principal de mejorar su calidad de vida, de superar las desigualdades y de implantar un orden social cristiano. Con esta finalidad fundó la Asociación Sindical Chilena (ASICH). Todo ello, unido a su pertinaz crítica al modo de vida de la clase alta chilena, le valió la antipatía de personas influyentes que, acusándolo de tener «ideas avanzadas en el plano social», lograron que presentara su renuncia al cargo de asesor de la Juventud Católica.

Hoy en nuestro país, recordar su labor es más pertinente que nunca, considerando que nos encontramos en un momento de cambios. ¿Qué sociedad queremos?, ¿cómo queremos participar de la vida en sociedad en los próximos 30 años?, ¿somos un país solidario al momento de pensar en el bienestar colectivo?. Que esa reflexión nos conduzca a repensar la realidad, en comunión, en humildad y en colectivo.

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