Cómo asumir el cambio climático

Jorge Brito Obreque

Jorge Brito Obreque

La expresión cambio climático ya es tan de uso común que pareciera que para el público en general ha perdido el impacto que debiera tener. Ha pasado a ser, como muchas otras problemáticas, parte del paisaje. Y cuando ello sucede, la indiferencia y el conformismo se transforman en los mejores aliados del problema. Algo que ya podemos ver en nuestra crisis de representatividad; todos reclaman contra la clase política, pero cada vez menos gente acude a votar.

No obstante lo anterior, al respecto es bueno compartir y analizar una noticia sucedida durante el pasado fin de semana ya que, seis años después de la fallida conferencia del clima de Copenhague, la comunidad internacional demostró este sábado en París que tomó conciencia de un problema que amenaza la vida en el planeta, al lograr un acuerdo mundial -ratificado por 195 países-, para enfrentar el cambio climático.

Sin duda un gran oportunidad para todos, en un año en que inclusive el Santo Padre le dedicó una encíclica -Laudato si’- a esta temática, en donde calificó al continuo daño a la naturaleza como una pequeña señal de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad.

Este acuerdo, alcanzado luego de dos arduas e intensas semanas de negociaciones, reemplazará a partir del año 2020 al actual Protocolo de Kioto y sienta las bases para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, con enormes retos para el sector energético y grandes oportunidades para las energías limpias. De acuerdo al documento, todos los países se comprometen a controlar mutuamente sus planes de reducción de emisiones, bajo un nuevo mecanismo en el sistema de las Naciones Unidas, con plazos quinquenales a partir de 2023. Dicho sea de paso, un factor clave en todo esto es que los países industrializados, responsables históricos del problema, deberán ayudar financieramente a los países en desarrollo.

Nuestro país se comprometió a reducir en 30% sus emisiones hacia 2030 (45% si obtiene financiamiento internacional) tomando como base lo que emitió en 2007, y según el crecimiento económico. Esto, no obstante, es voluntario, ya que su incumplimiento no trae aparejadas sanciones. Lo que sí es exigible tiene que ver con la revisión de los compromisos cada cinco años. En resumen, las energías renovables y la eficiencia energética se deberán volver políticas públicas claves para Chile a objeto de que pueda reducir su huella de carbono y tener un desarrollo más sustentable.

No obstante ello, sería iluso pensar que esto dependerá sólo de las voluntades políticas y del sector productivo. Desde el momento en que es un tema que nos afecta a todos, el cambio debe ser más horizontal que vertical, debe estar en nuestro ADN, involucrando un cambio en nuestras costumbres, en nuestros paradigmas, en nuestra forma de pensar y de actuar. El cómo cambiemos nuestros hábitos en la vida diaria, al momento de cuidar la energía que consumimos, de privilegiar el consumo de productos y servicios generados por compañías alineadas con esta planificación, y de exigir una conciencia social que ponga por delante el bien común antes que el lucro, por ejemplo, será clave para que Chile aporte su grano de arena en este acuerdo histórico de modo de, como dice el Papa Francisco, cuidar la casa común.

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