Cuando un pueblo grande se transforma en ciudad

 

Jorge Brito Obreque

Jorge Brito Obreque

Hace un tiempo, estando en Santa Cruz de la Sierra, una de  las ciudades más populosas de Bolivia con más de un millón de habitantes, una persona me advirtió que, no obstante su tamaño, no era más que un pueblo grande.

Pese a la primera impresión que este comentario pudiera generar, mi interlocutor no empleó el término pueblo grande como algo positivo. Muy por el contrario, apuntó a la problemática que se genera cuando una urbe crece de manera desarticulada, sin una adecuada planificación y gestión tanto territorial como humana, perdiendo en el proceso las ventajas de un pueblo sin acceder a los beneficios de una ciudad.

Es ahí donde la existencia de un adecuado tejido urbano y social cobra importancia, así como también una adecuada relación sinérgica entre los diversos actores sociales, tanto públicos como privados. Y ello porque el paso de pueblo a ciudad es un camino inevitable y complejo que muchas veces está acompañado de desafíos que son  difíciles de asumir para construir una espacio de convivencia que sea adecuado para el desarrollo de la persona y de la familia. Problemas de conectividad, congestionamiento, contaminación (de todo tipo), falta de espacios públicos e infraestructura de servicios básicos, déficit de zonas de esparcimiento y desarrollo de la cultura y las artes, delincuencia y hacinamiento, entre otros, son comunes en este proceso de «crecimiento» que deja a los habitantes en una situación de tremenda precariedad en cuanto a su calidad de vida, constituyéndose en un atropello a su dignidad.

En este contexto, parece necesario destacar y valorar el avance experimentado por la ciudad de Talca en el Índice de Calidad de Vida Urbana elaborado por la Cámara Chilena de la Construcción y la Universidad Católica, medición donde la comuna fue la que más puestos aumentó respecto del año pasado, del lugar 55 al 16. En éste, se analiza la situación de 93 comunas del país en función de las dimensiones: condición laboral, ambiente de negocios, condiciones socioculturales, conectividad, movilidad, salud, medio ambiente,  vivienda, y entorno.

Una muy buena noticia para la capital regional del Maule que esta semana ha cumplido 273 años. Pero, al mismo tiempo, un llamado a los diversos actores sociales para seguir aunando esfuerzos que  permitan mantener y mejorar estos índices. Puesto que, más allá de diversos estudios sobre calidad de vida que se puedan hacer, es nuestro entorno, aquél que evidenciamos en el día a día, el que mejor nos va marcando pautas respecto de nuestras falencias, desafíos y expectativas para convertir el que alguna vez fue un pueblo grande en una ciudad al servicio de las personas.

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