El desafío de una comunidad empoderada y participativa

Jorge Brito Obreque

Jorge Brito Obreque

Este 2016 nos espera, como ciudadanía, un nuevo desafío colectivo y cívico. El próximo 23 de octubre se efectuarán las elecciones municipales que definirán las autoridades comunales que estarán a cargo de regir los destinos de los gobiernos locales durante los próximos cuatro años.

El desafío no es menor. La abstención, sobre todo desde que el voto se hizo voluntario, ha ido en aumento y nos hemos visto enfrentados a una desalentadora realidad que nos advierte que, en general, nuestras autoridades públicas, están siendo elegidas por una minoría de la población con derecho a sufragio.

La labor de un municipio no es menor. A cargo de la administración de una comuna, está encabezado por un Alcalde y un concejo, y tiene responsabilidades como el plan regulador, el desarrollo comunitario, el aseo y ornato, y aplicar tanto las normas de trasporte y tránsito públicos como también las disposiciones sobre construcción y urbanización. Del mismo modo,  debe coordinarse con organismos del Estado –lo que identificamos como administración del Gobierno central– para desarrollar funciones relativas a educación, salud, protección al medio ambiente, turismo, deporte y cultura, entre otros.

Así, una serie de proyectos como canchas deportivas, pavimentación de calles, CESFAM y postas, mejoramiento de áreas verdes, recursos para organizaciones vecinales, por nombrar sólo algunos ejemplos que detallan lo señalado en el párrafo anterior, se analizan y resuelven en esta instancia de gobierno local.

Es por lo anterior que se hace urgente y necesario, en un contexto social donde cada día vota menos gente, pero a la vez son más y más quienes critican el cómo nuestra sociedad organizada se hace cargo de la resolución de nuestros problemas, contar con una comunidad empoderada y participativa. Cada uno de nosotros tiene un derecho que ejercer. Y aunque ya no sea una obligación legal, al menos sí lo sigue siendo desde el punto de vista ético.

Si anhelamos una sociedad más justa, con menos desigualdades y más oportunidades, tenemos que comenzar por dejar a un lado la apatía. Es cierto, la clase política no ha hecho muchos méritos este último tiempo por dar señales de confianza al electorado. Pero no es menos cierto que, si dejamos de acudir a las urnas, estamos permitiendo que el statu quo se mantenga. Es hora de generar el cambio, el desafío de octubre nos abre una oportunidad que no tendremos sino hasta dentro de cuatro años más y, dicho sea de paso, es un proceso al que los partidos políticos prestarán mucha atención puesto que saben que dará una clara señal respecto de cómo se comportará el electorado en 2017, cuando se efectúen las elecciones parlamentarias y presidenciales.

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