Pese a diversos contratiempos, el proyecto de Reforma Educacional ha podido avanzar, básicamente gracias a la aprobación de dos de sus proyectos, la Ley de Inclusión (que establece la prohibición del lucro y el fin al financiamiento compartido o copago) y la Ley de Carrera Docente (que apunta a mejorar las condiciones laborales de los profesores del país), ambos orientados a mejorar la educación escolar.
A lo anterior, además, se debe sumar la creación de la Subsecretaria de Educación Parvularia y las leyes que crean dos nuevas universidades estatales (en Aysén y Rancagua), además de 15 Centros de Formación Técnica estatales a lo largo del país.
Sin embargo, siguen pendientes la iniciativa que crea un nuevo sistema de educación pública y el proyecto de Educación Superior. Para algunos, el que no se haya abordado aún esta última es un tema no menor. Inclusive, para otros, el que dentro de ella el acento esté puesto principalmente en el sistema universitario, y no así en los Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica, es una clara señal de la que la reforma carece de visión de futuro.
Lo anterior no deja de tener una base objetiva. Con el crecimiento explosivo de universidades en nuestro país, a contar de la década de los 80 y al amparo de la, entonces, recientemente aprobada nueva Constitución, pasamos de tener ocho universidades a más de 60 a mitad de la década pasada. El sueño de la familia chilena, de que sus hijos ingresaran a la universidad, y esta variopinta oferta académica (que en muchos casos sólo se limitaba a pedir PSU rendida para ingresar… y, obviamente, el pago del respectivo arancel), se contradijo con la realidad de las necesidades de nuestra sociedad que, al revés de aquéllas de países desarrollados, comenzó a tener más universitarios que técnicos en el campo laboral. Hace un par de años, se hablaba de que el déficit de profesionales de nivel técnico era nada menos que de 600 mil.
Es por lo anterior, que se hace necesario recapacitar el cómo se está abordando, dentro de esta reforma gubernamental, un área tan sensible para el desarrollo del país, que dice directa relación con los desafíos que debe enfrentar. Nuestro país necesita más profesionales de nivel técnico que posibiliten un adecuado desarrollo. El mercado así lo ha manifestado, pero lamentablemente este nivel de la educación superior sigue siendo víctima de prejuicios arraigados en una cultura que se resiste a abandonar a nuestra sociedad.
Para muchos jóvenes, ésta es una opción atractiva. El Estado ofrece interesantes beneficios a quienes opten por este camino. La Beca Nuevo Mileno III es la más reciente de éstos y permite, a quienes pertenezcan a los deciles 1 al 5, optar hasta 900 mil pesos para financiar su carrera. En general, se puede resumir que el alumno que escoge estudiar una carrera de nivel técnico superior invierten menos años (y por ende recursos) en la formación, quedando en condiciones de ingresar de manera más pronta y rápida al mercado laboral, accediendo a sueldos que, en varios casos, igualan o superan a los de carreras universitarias.