Hermanas del Buen Samaritano, una obra que trasciende

Jorge Brito Obreque

Jorge Brito Obreque

El pasado viernes 17 de febrero, dejó de existir la Madre Irene García del Prado, fundadora de la congregación del Buen Samaritano y del centro de Salud que lleva el mismo nombre en la comuna de Molina. Automáticamente, la acción provocó una gran conmoción en las comunidades, principalmente en quienes han seguido la obra de la religiosa.

La Madre Irene, aquella monjita de Molina, encarnó su seguimiento a Jesús a través del servicio a los enfermos y abandonados. Oriunda de España, se inició en el camino religioso de la mano de la congregación Siervas de Jesús, desde donde posteriormente emprendió estudios de enfermería. Llegó a Chile en la década de los 70, luego de solicitar a su superiora la oportunidad de vivir una experiencia con la Madre Teresa de Calcuta, en India; “Si quiere pobres, vaya a Chile”.

El año 1978, de la mano de Monseñor Carlos González, dieron vida a la congregación del Buen Samaritano,  la cual ha proyectado su servicio en el tiempo; visitando en primera instancia los campos de la región, viendo, curando, acogiendo a miles de ancianos pobres, enfermos de diversos padecimientos, casi siempre terminales, además de ayudar a combatir la desnutrición y el raquitismo infantil. Actualmente el hogar de Molina atiende a más de 500 pacientes en residencia. Siempre acogía a toda persona que acudía en su ayuda, la palabra no puedo no existía en su vocabulario.

Su labor destacó tanto a nivel regional como nacional. Recibió la medalla «Abate Juan Ignacio Molina», reconocimiento entregado por la Universidad de Talca y que recalca la labor y el quehacer de diversos personajes nacionales e internacionales. Además fue catalogada entre las 100 mujeres líderes por el diario El Mercurio. La relevancia de esta congregación y su acción trascendió fronteras, llegando a México, Colombia y España, donde actualmente cuenta con centros de acogida para los enfermos terminales.

Este acto de amor que reveló la humanidad de la Madre Irene, nace de su profunda fe, una obra que hemos heredado, que debemos apoyar la cual permitirá seguir ayudando a quienes se encuentren en situación vulnerable, ya sea por enfermedad y/o abandono. Proyectando su lema “no hay alegría  más grande que servir a los pobres con amor”.

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