Un territorio no es sólo un espacio físico, es un ecosistema donde conviven diversos representantes del mundo público y privado, la naturaleza y su entorno, quienes proyectan, viven y buscan distintos intereses y presentan múltiples necesidades dado su realidad circulante. Muchas veces las instituciones, independiente del rubro, llegan a un lugar físico para desarrollar sus funciones, ocupando un espacio sin conocer el contexto e historia que engloba aquel lugar. Son pocas las entidades que se dan el tiempo de conocer, analizar y rescatar el valor histórico, cultural y patrimonial que estos espacios tienen, ignorando los diversos beneficios que esto le proporciona al organismo y a la sociedad.
En este contexto, es relevante que cada institución y personas que la integran se comprometan con el territorio que los rodea, vinculándose con la historia e idiosincrasia de la zona, articulando y generando un mejor desarrollo para todos los habitantes, con el fin de generar procesos colaborativos y constructores de desarrollo, de modo que el progreso sea transversal e inclusivo.
Ejemplos que van en la dirección contraria a lo anterior, son los casos de algunas empresas hidroeléctricas que se instalan en localidades rurales y las comunidades que los rodean carecen de luz eléctrica ni servicios básicos, o bien, si la tiene es más cara que en los centros urbanos. Lo mismo ocurre cuando las inmobiliarias llegan a un barrio y destruyen edificios y vegetación, desconociendo el valor patrimonial existente.
Es importante centrar esta proximidad al territorio mediante una generación de valor transversal a todos los actores que residen y conviven en este espacio en línea con sus prioridades e intereses, donde al mismo tiempo prevalezca una mirada cooperadora y constante en el tiempo. Por ende, es primordial poder generar una simbiosis entre la entidad que se inserta en el territorio y la comunidad mediante acciones colaborativas, diagnósticos compartidos que promuevan el desarrollo de la zona y que rescaten la idiosincrasia y el sentido de pertenencia, así mismo permite fortalecer el respeto mutuo. Esto es fundamental no solo para las instituciones, sino también para las comunidades, ya que significa una mejora sustancial en su calidad de vida en el mediano y largo plazo y proyectar un desarrollo sustentable y sostenible en el tiempo.