Nadie ganó, Chile perdió

Jorge Brito Obreque

Jorge Brito Obreque

Las pasadas elecciones municipales dejaron en claro que, pese a los esfuerzos realizados por diversos sectores para motivar a la ciudadanía a participar, la clase política no está logrando revertir la creciente apatía del electorado. De un 43,2% de asistencia a las urnas en el proceso anterior, en 2012, cuando el voto pasó a ser voluntario, en esta ocasión apenas se llegó a un 35%.

Con estas cifras de comportamiento, hay quienes ya se adelantan a proyectar un escenario aún más magro para el proceso del próximo año, en que los ciudadanos estamos llamados a elegir a varias autoridades públicas, comenzando por el Presidente de la República. Y esto porque al cruzar los datos con el porcentaje de participación en las pasadas presidenciales de 2013, en que la máxima autoridad nacional se definió con apenas un 26% del electorado, con esta tendencia, menos de un 10% estaría decidiendo quién tendrá la responsabilidad de conducir el Poder Ejecutivo a contar de 2018.

En este escenario, resulta anacrónico y egoísta tratar de sacar cuentas alegres respecto de quién o quiénes ganaron en esta ocasión. Primero, porque si bien las autoridades han sido elegidas, desde el punto de vista constitucional, legítimamente, no podemos dejar de hacer notar que lo han sido en el marco de un proceso que, históricamente, registra el nivel de abstención más grande desde la vuelta a la democracia, agravado por el hecho de que el padrón electoral ha crecido. Y, segundo, porque se ha confirmado la tendencia a la baja participación ciudadana, que es un fiel reflejo de la profunda crisis –no sólo de credibilidad– por la que atraviesa la clase política y que, lejos de solucionar el problema, lo ahonda.

¿Y por qué esto último? Precisamente el gran argumento de quienes no votan es la falta de credibilidad de los políticos que postulan a cargos públicos y de los partidos que están detrás de ellos. Sin embargo, y como lo señaló el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, olvidan que “cada voto es importante para hacer posible que personas capaces, honestas, trabajadoras, lleguen a las alcaldías y concejos municipales con buenos programas locales que promuevan integralmente la vida y la dignidad de las personas”. Ésta es la solución, una actitud de compromiso permanente y activo en la construcción del bien común.

Queda casi un año para una nueva cita eleccionaria y existe un 65% de potenciales votantes a movilizar. Estamos llamados –todos– a reconstituir nuestra cultura cívica, de modo que el ciudadano vuelva a creer, a confiar y a empoderarse en la gestión de su futuro.

 

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