Para asegurar el futuro hay que cuidar el presente

Jorge Brito Obreque

Jorge Brito Obreque

Cuando se habla del desarrollo de un país, la gente suele asociar esto con indicadores económicos, con el producto interno bruto, con las cifras y tipos de exportaciones, con el cómo estamos gestionando y administrando tanto nuestra matriz energética como nuestros recursos naturales. Sin embargo, suele dejarse de lado un factor clave, cual es el cómo estamos cuidando y formando a la generación de recambio, aquélla que el día de mañana tendrá que asumir el control de nuestra sociedad, aquélla conformada por nuestros niños,  niñas y adolescentes.

Este 20 de noviembre se conmemorará la aprobación de la Convención sobre los derechos del niño por parte de las Naciones Unidas, a través de la cual se  reconocen sus derechos humanos. Asimismo, asume que, a diferencia de los adultos, las personas menores de 18 años necesitan  atención y protección especial.

Es el primer tratado vinculante a nivel internacional que reúne en un único texto sus derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales, reconociendo a los niños y niñas como sujetos de derecho. Como es una convención, en vez de una declaración, los Estados participantes adquieren la obligación de garantizar su cumplimiento.

A través de este convenio, que nuestro país ratificó en 1999, se cambia definitivamente la concepción de la infancia, sobre la base de cuatro pilares fundamentales: la no discriminación; el interés superior del niño; su supervivencia, desarrollo y protección; y su participación en decisiones que les afecten. Así, los países que la han ratificado deben asegurar que todos los niños y niñas se beneficien de una serie de medidas especiales de protección y asistencia, como el acceso a servicios tales como educación y salud; puedan desarrollar plenamente su personalidad, habilidades y talentos; crezcan en un ambiente de felicidad, amor y comprensión; y reciban información sobre la manera en que pueden alcanzar sus derechos y deberes para participar en el proceso de una forma accesible y activa.

Es por ello que al hablar del desarrollo de un país, no debemos olvidar que el principal insumo está en nuestros propios hogares y escuelas. Todos los demás factores son inútiles si quienes están llamados a gestionarlos no han sido criados, educados,  formados y cuidados como esta convención nos compromete a hacerlo. Una sociedad sana se construye sobre la base de la protección de los derechos de las personas, sobre todo de las más débiles. Ahí está la base sólida, la roca, sobre la cual se construye el desarrollo pleno de un Estado.

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