¿ESTAMOS DISPUESTOS A TOMAR DESAFÍOS Y CUMPLIR NUESTROS DEBERES COMO AGENTES Y PROMOTORES DE PROTECCIÓN DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA?

Por: Rosa Díaz Cornejo
Directora PRM Trabún
Hoy en día nos encontramos en un contexto social altamente influenciado por una tendencia individualista, que busca el propio bienestar y respuesta a demandas individuales, en el cual, el bien común y la seguridad de otros pareciera ser algo irrelevante e innecesario, pensar en colectivo y en plural, es cada vez más escaso y los pensamientos y fines, se enfocan en intereses que benefician solo a nuestra individualidad. Lo anterior se ha instalado como un paradigma en nuestra sociedad, donde el uso de las tecnologías, juega un papel decisivo, pues ha favorecido las distancias interpersonales con actividades individuales o colectivas que no requieren de la presencialidad de los intervinientes.
En esta línea, es posible observar el devenir de la participación e intervención de profesionales e instituciones en las distintas problemáticas sociales, entre las que es posible visualizar el flagelo de la violencia doméstica, violencia de género, violencia escolar, transgresiones a la indemnidad sexual, negligencia, abandono, como algunas de las temáticas que abarcan los distintos programas de la red proteccional. Si bien, históricamente estas problemáticas y sus impactos han sido materias de preocupación, promoción de propuestas de gestión y atención, estas acciones no han logrado detener y erradicar las dinámicas relacionales maltratantes y violentas, cuya génesis se encuentra en el carácter individualista de las interacciones humanas, que propicia un bajo nivel de sintonía y empatía con las experiencias de dolor y los impactos que esto tiene en un otro.
Sumado a ello, lo expuesto limita la capacidad de las personas para intervenir en las problemáticas que visualizan en su entorno inmediato, normalizándose su ocurrencia, y optando por tomar una posición contemplativa y pasiva al respecto. En esta línea, cabe mencionar la ausencia de acciones de denuncia y requerimiento de asistencia e interrupción de dinámicas de violencia, pese a la presencia de distintos agentes estatales y locales disponibles para atender estas problemáticas, se advierte una desidia y baja activación para hacer uso de estos medios.
Por otra parte, se observa un bajo reconocimiento de estas problemáticas por parte de algunos segmentos de la población, adoptando una visión sesgada que exime de estados de vulnerabilidad a aquellos estratos sociales altos, como una condición mayormente atribuible a estratos sociales bajos. Lo anterior supone otra limitante para los primeros, al marginarse de requerimientos de soportes presentes en el sistema proteccional, inhibiendo la manifestación de sus necesidades y problemáticas, y por ende, de las acciones de denuncia respectivas.
Tales condiciones, promueven una invisibilización de las problemáticas de violencia en sus distintas formas y manifestaciones en nuestra sociedad, generando la promoción de diversas maneras de violencia en niños y adolescentes, quienes aprenden y replican estos patrones normalizados como un traspaso transgeneracional o bien, como aprendizaje desde el entorno en que se desenvuelven, cuya manifestación persiste y se perpetúa con una nula interrupción por parte de referentes claves, ya sean padres, cuidadores, autoridades y profesionales de establecimientos educacionales, quienes, lejos de enfrentar y socio educar en torno a la problemática, y promover señales de alerta y preocupación en la comunidad adulta e infantil, admiten la normalización en quienes ejercen prácticas relacionales abusivas y violentas, y por contraparte, una sobre adaptación y desarrollo de distintas formas de sobrevivencia por parte de las víctimas.
Misión
Finalmente señalar que, esta realidad nos presenta un inmenso desafío en los distintos roles que representamos, como padres, cuidadores, trabajadores de la red proteccional, apoderados y miembros de la comunidad educativa, vecinos, etc., en torno a promover información relevante a esos segmentos de la población que no tienen acceso o se han negado a tenerlo, en un afán de excluirse y no reconocer en sí mismos y en sus familias, estados de vulnerabilidad, estableciendo baja sintonía con su experiencia emocional y los impactos de ésta en sus vidas y sus familias, negándose la oportunidad de acceder a los distintos soportes vigentes como un derecho para toda la población, sin distinción alguna.
La misión que tenemos como sociedad es denunciar, activar protocolos de atención y asistencia a las víctimas de violencia en sus distintas formas, promoviendo buenas prácticas de trato, respeto, solidaridad, comunicación y empatía. Sensibilizar en torno a las distintas formas de expresión que se reproducen en aquellas personas que poseen condiciones especiales y neurodiversidades, lo cual es vital para orientarnos hacia la comprensión de sus propias características, aceptación e integración como seres humanos en igualdad de condiciones, necesidades y derechos ante la sociedad, donde el respeto y reconocimiento de sus capacidades, sea un deber para nosotros y un derecho garantizado para ellos, favoreciendo así, el acceso a las mismas oportunidades y espacios de reconocimiento, logro y desarrollo personal en todas sus formas y expresiones.